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lunes, noviembre 12, 2007

EL ŊIλATUN PEHUENCHE



Julio Rojas M.


Para elaborar el siguiente artículo, el autor se basó en las anotaciones de su bitácora de trabajo de campo. Dichas anotaciones son fruto de sucesivos viajes a la zona del Alto Biobío, entre 1986 y 1992.El método utilizado en la mayoría de sus investigaciones fue la observación participante y la entrevista posterior con informantes. El autor dedica este trabajo en forma muy especial a aquellos informantes que hoy viven en el wenumapu: la dulce y conmovedora Felicinda Paine Queupil,( λovtui) la abnegada y multifacética Lucinda Paine Queupil, (Wupaipi) Jose Jacinto Paine, (Ŋewean) y Herminia Pavian, de quien se desconoce su nombre mapuche.


En Chile, pehuenche es la denominación que reciben los miembros de las comunidades mapuches que habitan los sectores cordilleranos al noreste del rio Toltén. Los pehuenches chilenos habitan las zonas pre cordilleranas del Alto Biobío y la zona de Lonquimay. En la primera de estas, actualmente se pueden distinguir siete comunidades pehuenches: Callaqui, a 43 km. de Santa Bárbara, Quepuca Ralco, a 80 km. de Santa Bárbara. Ambas localidades ubicadas a orillas del río Biobío. Ralco Lepoy, a 110 km. en la ribera del río Ralco. Luego vienen las reducciones de la orilla del río Quéuco: Pitril, a 61 km. de Santa Bárbara, Cauñicú, a 79 km., Malla Malla, a 95 km., y Trapa Trapa, a 120 km. En total, unas tres mil personas de origen mapuche pehuenche. Trapa Trapa y Ralco Lepoy son las reducciones que muestran el mayor número de habitantes.


Ubicada al sureste de la ciudad de Los Ángeles, en la región del Biobío, en esta zona se distinguen cinco ambientes ecológico-productivos que son:


-El mallín, sectores planos y húmedos, correspondiente a suelos aluviales y dedicados al pastoreo.
-La pampa baja, lomajes suaves y descampes, ambiente seco, suelos trumaos, destinados a pastizales y cultivo de cereales.
-El bosque nativo, lomajes de mayor pendiente, suelos trumaos, compuesto por diversas especies de Nothofagus.
-La pampa alta, nevadas en invierno, pero a fines de primavera y verano utilizadas en el pastoreo de trashumancia. La forrajera más abundante es el coirón.
-Las pinalerías, ubicados en los sectores altos. Son bosques de araucarias (Araucaria araucana) de donde ellos obtienen el pewen o piñón base de su alimentación.


Esta zona cuenta con abundantes recursos forestales, formado por el bosque nativo, en el que figura el roble (Nothofagus oblicua), el raulí (Nothufagus alpina), el coigüe (Nothufagus dombegüi), el radal (Lotamia hirsuta), el lleuque (Prumnopitys andina), que da un exquisito fruto en primavera y verano, la tepa (Laurelia philippiana), el laurel (Laurelia sempervirens), el olivillo (Aextoccicum puntatum), la quila (Chusque quila), el ñirre (Nothufagus antartica), la lenga (Nothofagus pumila) y la araucaria (Araucaria araucana).

De estas especies, la araucaria o pewen, es la que recibe una atención especial por parte del pehuenche. Es el árbol más sagrado para ellos, y es el que les da el fruto de su sustento. Quizás hoy el piñón (ŋüliu) no es la base alimenticia del pehuenche; sin embargo, sigue siendo alimento ceremonial. La recolección del piñón da lugar a una de las rogativas más sagradas en la vida de los habitantes del Alto Biobío: el püntevün.


A propósito de la araucaria, una leyenda pehuenche dice así:


Desde siempre Ŋenechén hizo crecer el pehuén en grandes bosques, pero al principio las tribus que habitaban eses tierras no comían los piñones porque creían que eran venenosos. Al pehuén o araucaria lo consideraban árbol sagrado y lo veneraban rezando a su sombra, ofreciéndole regalos: carne, sangre, humo, y hasta conversaban con él y le confesaban sus malas acciones. Los frutos los dejaban en el piso sin utilizarlos. Pero ocurrió que en toda la comarca hubo unos años de gran escasez de alimentos y pasaban mucha hambre, muriendo especialmente niños y ancianos. Ante esta situación los jóvenes marcharon lejos en busca de comestibles: bulbos de amancay, hierbas, bayas, raíces y carne de animales silvestres. Pero todos volvían con las manos vacías. Parecía que Dios no escuchaba el clamor de su pueblo y la gente se seguía muriendo de hambre.


Sucedió que cuando uno de los jóvenes volvía desalentado, se encontró con un anciano de larga barba blanca.- ¿Qué buscas, hijo? -le preguntó- Algún alimento para mis hermanos de la tribu que se mueren de hambre. Por desgracia no he encontrado nada.- Y tantos piñones que ves en el piso bajo los pehuenes, ¿no son comestibles?- Los frutos del árbol sagrado son venenosos, abuelo -contestó el joven.- Hijo, de ahora en adelante los recibiréis de alimento como un don de Ŋenechén. Hervidlos para que se ablanden, o tostadlos al fuego y tendréis un manjar delicioso.

Haced buen acopio, guardadlos en sitios subterráneos y tendréis comida todo el invierno. Dicho esto desapareció el anciano. El joven siguiendo su consejo recogió gran cantidad de piñones y los llevó al cacique de la tribu explicándole lo sucedido. Enseguida reunieron a todos y el jefe contó lo acaecido hablándoles así:- Ŋenechén ha bajado a la tierra para salvarnos. Seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado, que sólo a él pertenece. Enseguida comieron en abundancia piñones hervidos o tostados, haciendo una gran fiesta.

Desde entonces desapareció la escasez y todos los años cosechaban grandes cantidades de piñones que guardaban bajo tierra y se mantenían frescos durante mucho tiempo. Aprendieron también a fabricar con los piñones el chavið, bebida fermentada. Cada día, al amanecer, con un piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol: "A ti te debemos nuestra vida, y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan nuestros descendientes, cuya vida te pertenece, como te pertenecen los árboles sagrados" (Leyenda recopilada en Neuquén, Argentina, a principios del siglo XX).


1. El ŋiλatún.

El ŋiλatún es una de las principales ocasiones que tiene el pehuenche de compartir un mundo común, reforzar la solidaridad grupal y preservar su espiritualidad propiamente indígena, sin influencias occidentales. En el Alto Biobío, las distintas comunidades celebran ŋiλatún dos veces al año, una en Abril y otra en Diciembre.

Tomas Guevara (268; 1898), define esta ceremonia como un acto “determinadamente religioso”; significa para este autor, pedir otra vez, rogativa. Febres, por su parte, la define como el acto de llamar al demonio o al pillan, “lo cual hacen con un cigarro de tabaco”.

Asi describe Febres la ceremonia:

“Se planta un canelo, que en este caso se llama rehue, i amarrado a el se coloca un tronco de árbol semejante a una escala, prahue (…). Antes de oscurecerse, los concurrentes presididos por la machi, dan cuatro vueltas alrededor del árbol sagrado. Terminada esta primera formalidad, se amarran al pie del canelo algunos corderos, según el numero de reducciones que asistan, de color negro si se desea lluvia i blanco si se pide sol”.

En el Alto Biobío, para asistir a la rogativa, la gente que vive en los cerros debe bajar a la zona del rio Quéuco con todo lo necesario para pernoctar los tres días que dura la ceremonia. Algunos bajan a caballo, otros a pie, según sus medios. Es el cacique de la comunidad el encargado de visitar a cada familia en la víspera, a recordarles la importancia de su asistencia durante todos los días y de participar activamente.

El lugar donde se realiza la rogativa, ŋiλatuwe o lepün, es una gran ramada circular abierta hacia el este. En esta abertura se ubican los jinetes que tienen la misión de portar los estandartes (una bandera amarilla y otra azul) y de espantar los malos espíritus. De tanto en tanto, estos jinetes dan vueltas por la parte externa de la ramada, dando gritos y aullidos, a fin de mantener fuera de la ramada a los huecuvü. A esa corrida se le llama awün. Para que los ruegos lleguen bien a los oídos de Ŋenechén, para que la gente se abstenga de tener sentimientos negativos durante la rogativa.

Alrededor de la ramada se ubican los fogones familiares, con espacio suficiente para albergar a cada miembro de la familia. Ellos mantendrán vivo sus fogatas durante los tres días, cocinaran y pernoctaran en este espacio asignado. Hay tantos fogones como familias participando. El humo, dicen los pehuenches, ayuda a hacer llegar los ruegos a Ŋenechén de manera más expedita y rápida.

Al centro de la ramada, se ubica el rewe o altar. Este varía de zona en zona. En el Alto Biobío consiste en una rama de araucaria o pehuén, el árbol sagrado de los pehuenches. A ambos lados, se colocan unos palos desprovistos de ramas u hojas, donde cuelgan los objetos propios del ritual del ŋeλipun: los animales para sacrificar, posteriormente se depositan sus pieles, un kultrún, kaðkawiλas y algo de vestuario.

El rewe es el centro neurálgico de la rogativa y todo gira en torno a él. El baile del loncomeu, el baile del amupurún, los ruegos de la machi, el sacrificio, etc. Un poco más atrás, se ubica el tayülve, espacio reservado para el canto o tayül durante el lonkomeu.


2. El Loncomeu o Choike Purun.

En lengua pehuenche, loncomeu significa “con la cabeza”. Vale decir, es un baile que se efectúa principalmente con un movimiento de la cabeza. En la actualidad, este baile se verifica sólo durante el ŋiλatún. Es un baile zoomorfo que representa el crecimiento de un ñandú, desde temprana edad hasta la madurez. Por eso siempre hay bailarines de distintas generaciones.

Antiguamente, sin embargo, era un baile que se llevaba a cabo en otras ocasiones especiales en la vida de los pehuenches. Se sabe que se realizaba en una fiesta llamada Huecunruca, fiesta que celebraba el paso de una niña a la plena adultez. Se bailaba alrededor de un fogón preparado fuera de la ruka familiar. Los bailarines eran cuatro hombres pertenecientes a dicha familia. Bailaban uno tras de otro, con un continuo movimiento de cabeza y de piernas, daban vueltas alrededor de un fogón. Para este baile, típicamente pehuenche, se usaba la música del cultrún, que en un invariable redoble, acompañaba los brincos y movimientos de cabeza de los bailarines. Antaño, solamente se bailaba loncomeu en el huecunruca.

Usaban los bailarines un traje y adornos especiales. El traje, consistía en un ajustado chiripá y nada más. La cabeza se adornaba con plumas de avestruz de color natural o pintadas de rojo. Se hacía con plumas una especie de diadema, que luego se ceñía alrededor de la cabeza. Las plumas quedaban verticalmente colocadas, los cañones para abajo y la barba para arriba, dando la parte convexa de la pluma para el centro de la cabeza. Las greñas largas que se caían hasta los hombros ceñidas por esta extraña diadema de plumas daban un aspecto feroz a los bailarines. Ya no se baila. (Domingo B. Bonzi, 1922).

Hoy en día, el loncomeu es el baile principal del ŋiλatún. Se trata de un baile exclusivamente masculino. Lo bailan los hombres de cada familia, por turnos previamente acordados. Cada fogón o grupo familiar sale a bailar al menos una vez durante los tres días que dura el ŋiλatún. Los turnos van en sentido contrario a las manecillas del reloj. Cuando le llega su turno a los hombres de una familia, se forman a la entrada de la ramada, en el mismo sector donde se ubican los jinetes.

El acompañamiento musical lo componen el toque de kultrún y las mujeres cantoras del tayülve. La extensión del baile depende de la resistencia de los bailarines. El autor observo algunos muy breves (no más allá de unos cuantos minutos) y otros muy largos (de alrededor de 45 minutos y más.

Recibe también el nombre de choike purún, o baile del ñandú. Los bailarines usan plumas en la cabeza y un poncho, para imitar el plumaje y las alas de un ñandú. El aparejo recibe el nombre de anüm. Se enrollan una manta a la altura de la cintura, pasa por entre las piernas y termina en la espalda a modo de una especie de cola. Además, sus troncos y piernas están adornados con pintura corporal de color azul.

Cuando llega el turno de un grupo de hombres de una familia, se forman a la entrada de la ramada, en el mismo sector donde están ubicados los jinetes. Al comenzar los tañidos del kultrún, los bailarines salen en un orden determinado, orden que es respetado durante las cinco salidas que deben hacer. El puntero o uneltu es el hombre que sale al frente del grupo y “manda” el baile; vale decir, los otros cuatro lo deben seguir. Al segundo bailarín se le llama inaltu, el tercero, el del medio, se le llama rangintu. Al cuarto, rangin pür.

Antes de comenzar el primer baile, el loŋko hace un llamado para que los jinetes hagan una corrida. “Awün tukuvimün purruvé”. Al salir, el grupo, trotan hacia el tayülve y se presentan. Se detienen en fila y el que manda hace unos movimientos con la cabeza. En ese momento, la música y el canto se detienen. Entonces el uneltu se adelanta hasta quedar al frente del tayülve y saluda con una reverencia. Acto seguido la tayelcadora principal pronuncia algunas silabas de su che ui (su nombre mapuche) y la replican las demás cantoras. Luego de una breve pausa, música y canto se reanudan. El primer bailarín, generalmente el jefe de familia, el de más edad, comienza a bailar y los demás lo siguen, con el paso característico del lonkomeu, con talón y planta del pie.

El baile continua con los hombres dando vuelta por la ramada, siempre en sentido contrario al reloj. Durante cualquiera de los cinco bailes, el primer bailarín, de vez en cuando, se detiene frente al tayülve para realizar el baile con la cabeza. La agitan de izquierda a derecha, y luego de arriba abajo. Dependiendo de la destreza de los otros cuatro bailarines, dentro de los cuales es común ver jóvenes, incluso niños, estos también hacen el paso con la cabeza, dando saltos sin moverse del lugar donde se encuentren.

Cada salida dura hasta que los bailarines se cansen. Es el primer bailarín el último en salir de la ramada a descansar, salvo escasas excepciones. Cabe destacar que hay primeros bailarines de muy avanzada edad, de setenta años o más. De tanto en tanto, las personas en la ramada lanzan gritos agudos avivando el baile.

Luego de un momento de descanso, comienza el siguiente baile. Estos no contienen la detención inicial en el tayülve del primer baile. El tañido de kultrún y el canto cambian en cada una de las cinco salidas. El canto de las mujeres del tayülve corresponde a silabas o segmentos en lengua arcaica que se han conservado solo dentro del contexto del lonkomeu. Ninguno de los informantes, incluyendo al cacique o loŋko, recuerda el significado de dichos segmentos, salvo aquellos trozos que aluden al nombre en mapuche del mayor de los hombres. Al final del quinto baile, el loŋko hace un nuevo llamado para que los jinetes hagan una corrida. “Awün entutuvimün purruve”.


3. El Amupurun.

Este es un baile rogativa colectivo, aunque la mujer tiende a tener una mayor importancia y se lo concibe como baile femenino. Literalmente significa “baile caminando” y se realiza una vez por cada día que dura el ŋiλatún. El sonido de la trutruka anuncia la pronta realización del baile.

Junto con el sonido de la trutruka, el lonko nuevamente recorre los fogones familiares llamando a las mujeres al baile. “Awi amupurunmu kudeyal”. “Yavülaiň kudeyal”. “Kompan, tüva püle”. En silencio, la gente se dirige al sector del rewe a formarse. Hombres y mujeres forman por separado dos círculos concéntricos. Las mujeres, en el círculo más cercano al rewe. Los hombres, rodeando el círculo femenino. Dentro del círculo femenino van la machi y la esposa del loŋko.

La machi da inicio a los toques de kultrun, la esposa del loŋko acompaña con kaðkawillas. En seguida, el círculo de las mujeres comienza una ronda en sentido contrario al reloj y los hombres se mueven en sentido del reloj. La machi comienza sus ruegos. Todos están tomados de la mano. A cada oración de la machi, hombres y mujeres agitan los brazos y contestan con gritos agudos. Mientras esto ocurre, entre ambos círculos, dos hombres caminan tocando trutrukas.


En el transcurso del amupurun se producen dos pausas, en donde el silencio es absoluto. La ronda se detiene, aunque nadie se suelta de las manos, manteniendo así siempre cerrada esa cadena que ambos círculos producen. Al finalizar este baile rogativa, hombres y mujeres se retiran en silencio hacia sus respectivos fogones familiares, aun imbuidos de la espiritualidad que una ceremonia como esta produce.

El amupurun del tercer día le da el cierre al ŋiλatún. Antes que anochezca la gente se congrega de la manera ya descrita. Lo diferente se da al final, cuando la gente se dispersa para preparar el retorno a sus hogares, mucha gente se queda en el sector del rewe, conversando en una especie de conclave con el loŋko, su esposa y la machi. Da la impresión que el loŋko da las ultimas instrucciones a fin de dar termino a la rogativa y dar las gracias a las familias por su participación y colaboración.

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