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sábado, noviembre 25, 2006

Poesía Popular de Atacama (por Julio Rojas M.)


1. La Conquista.

Sin duda, los antecedentes de la poesía popular que se arraigó en suelo chileno se encuentran en Europa. Los juglares medievales de la Península Ibérica hacían versos y los cantaban en las calles y otros ambientes populares (no cortesanos). Cantaban sobre temas diversos, tanto de acontecimientos de la localidad, como versos fantasiosos (ponderaciones, el mundo al revés, la tierra de Jauja) y contrapuntos con otros juglares. Por cierto que los temas religiosos también formaban parte de los temas que trataban los cantores: la vida de los santos, las santas escrituras, la creación y otros pasajes bíblicos.

“El huaso cantor guarda buena parte de la dignidad del
trovador de la Edad Media, que gusta de exponer a su público
extasiado su sabiduría recóndita de hombre de experiencia
superior que conoce el mundo”(1).

Otros antecedentes a considerar en el estudio de la poesía popular, según Rodolfo Lenz, son la tenzón de los poetas provenzales, los Wettgesänge de los cantores alemanes y los versos con preguntas y respuestas de los cancioneros castellanos. Vale decir que a tierras chilenas llegaron costumbres arraigadas en Europa en general y la Península Ibérica en particular. Gracias al aislamiento y la lejanía del territorio donde estaban vigentes, tuvo un desarrollo propio acá, desarrollándose con características culturales y lingüísticas propias.

Desde el momento mismo de la expedición de Diego de Almagro a tierras chilenas, en 1536, diversos estilos poético musicales de la tradición española (coplas y romances, corridos y logas, villancicos y jácaras, disparates y letrillas, glosas y seguidillas) comenzaron ingresar al país, traídas por trovadores, soldados y misioneros jesuitas. Ello coincidió con la época de mayor auge y popularidad de estas métricas en la Península Ibérica. José Toribio Medina con justa razón afirmaba que “en cada español soldado de la conquista, encarnaba un coplero”(2). De hecho, muchas crónicas y relaciones históricas de la Conquista incluían “algunas coplillas populares y anónimas (...) muchas de ellas de carácter soldadesco”(3).

Emigrantes que llegaron a vivir a esta colonia española enclavada en el valle del Mapocho propagaron romances, como es el caso de “El galán y la calavera”, antiguo romance asturiano recopilado en la década de 1930 por Ramón Menéndez Pidal(4), en el valle de Aconcagua.

Pa’ misa diba un galán
Caminito de la iglesia,

No diba por oír misa,

Ni pa’ estar atento aella.

Que diba por ver las damas,

Las que van guapas y frescas.


A pesar de este ejemplo asturiano, podemos afirmar que las primeras composiciones y los primeros trovadores provenían mayoritariamente de Castilla. Luego le seguían los andaluces y los vascos. Algunos estudiosos como Diego Muñoz afirman que muchos de estos trovadores y aventureros fueron autores de gran parte de estos versos, no sólo portadores de un acervo lírico. Los trovadores y soldados arraigados en América a veces escribían sus versos en pliegos de papel sueltos, forma muy popular en aquellos tiempos. Dichos pliegos contenían villancicos, narraciones de acontecimientos, que muchas veces incluían la indicación “cántese al tono de...” especificando la melodía popular con la que se debía acompañar el verso. Lamentablemente, no se conserva en Chile ninguno de estos pliegos.

Tenemos el ejemplo de Muñoz Cantor, un soldado trovador castellano que vino entre las huestes de Almagro desde Perú. Quizás en algún paraje del despoblado de Atacama este mozo se puso a interpretar melodías hispanas para aleonar a la tropa, amargada por las penurias de un territorio que no contenía las cantidades de oro y riquezas que les había prometido el conquistador.

“Con la espada, la cruz y el arado, llegaron a nuestro país
métricas y temas de la poesía tradicional de la Península
Ibérica, dando nacimiento en el sentido de los mestizos,
a la poesía popular chilena”(5).

Un cronista afirmó que, durante una conversación entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro, un enemigo de ambos pasó declamando unos versos tomados de un antiguo romance español(6):

Tiempo es al caballero
Tiempo es de huir de aquí

Que me crece la barriga

Y se me achica el vestir.


Entre los versos anotados por José Toribio Medina, hay uno que hace referencia a la muerte de Almagro. Debe ser una de las primeras composiciones hechas en suelo chileno. Al menos, una de las primeras que llegó hasta nuestros días, en forma escrita. Se cantaba para recordar la muerte del Adelantado, relatándose la manera en que lo mataron. Se cantaba al tono de la popular melodía peninsular, “El buen conde Fernán González”(7).

Porque a todos los presentes
Y los que dellos verrán

Este caso sea notorio,

Lean los que aquí verán

Y noten por ello visto

Para llorar este afán.


La más cruel sin justicia

Que nadie puede pensar

Contra el más ilustre hermano

De cuantos son ni serán,

El más servidor de César

Que se vido en guerrear...


(...) llegados a la gran plaza

do le habían de justiciar

le cortan con la picota

su cabeza con crueldad.

Los indios hacen endechas

Comienzan a lamentar,

Dicen muerto es nuestro padre

¿quién nos ha de reparar?

Sepa estas cosas el rey

Váyanselas a informar.


Otras palabras decían

Mostrando muy gran pesar,

Tales que los que entendían

Provocaban a llorar.


Son numerosos los soldados mencionados en las crónicas que eran avezados copleros. Ya mencionamos a Muñoz Cantor de la tropa de Almagro. Con Pedro de Valdivia vinieron otros, como es el caso del cantor y trompetista Alonso de Torres, que a juzgar por el siguiente testimonio, ayudaba con su humor a mantener la moral alta entre la tropa.

“(...) viendo el navío ir a la vela comenzó a tocar su trompeta diciendo:
cata el lobo Doña Juanita
cata el lobo doña...

de que los presentes, aunque tristes y quejosos no pudieron dejar de reir”(8).

También estaba en ese grupo Pedro de Miranda, soldado que tocaba una flauta. En un episodio donde es tomado prisionero por los indios, este flautista se salvó de morir pues, tomando su instrumento, empezó a tocar una melodía que dejó perplejo a sus aprehensores. Estos le dijeron que si tocaba más melodías, no sólo no lo matarían, sino que lo liberarían. Cosa que por cierto hizo Miranda y pudo sobrevivir para contar su experiencia. Se conoce asimismo a Diego de Silva, que tenía la habilidad de improvisar coplas chistosas y picarescas.

Esa costumbre de versear o cantar seguramente les ayudaba a los soldados a mantener las esperanzas, arraigados en una tierra extraña y a recordar la patria y sus tradiciones. Debemos destacar que, si bien las coplas y corridos pudiesen ser improvisadas en el momento, todas se cantaban al son de melodías tradicionales españolas en boga. Así se traspasaron ritmos populares peninsulares a estas nuevas tierras americanas.

En cuanto a las letras, las que más gustaron y las que más se conservaron en Chile fueron las de temática sangrienta, las narraciones pecaminosas, pero también las más piadosas, como pasajes bíblicos y versos de devoción. Un ejemplo de las temáticas sangrientas, es este verso compuesto por un soldado aficionado a la poesía popular. Data de 1631 y narra hechos de la batalla de Albarrada, en suelo mapuche.

(...) el Bulapichún Aquiles
el rostro cubierto de sangre

el prudente Angamenón

quenta de Arauco el suceso.


(...) la tierra tengo regada

con la sangre de los cuerpos

de infinidad d’españoles

que por mis manos e muerto.


Bivos corazones saco

Y con ellos me alimento.


Hacia 1613 ya se había publicado en París “Purén Indómito”. Ahí el autor presenta al mapuche declamando romances en sus fiestas y malones. Si bien este hecho es mero producto de la fantasía del autor español, sin duda refleja el significado que en esa época se le asignaba a la poesía y a la música.

Nuñez de Pineda, otro soldado español que fue hecho prisionero por una tribu mapuche, solía cantar y recitar décimas y cuartetas, tanto de corte religioso como de amor. En su libro testimonio(9) nos relata cómo intercambiaba cantos con sus captores mapuches. Es un claro ejemplo de las vías de penetración que tuvo el folclore español en tierras chilenas. Uno de los versos que solía cantar Nuñez de Pineda es el siguiente, de corte religioso:

Que si el blanco de mi intento
Son las glorias que me incumbe
Cantar de una Madre Virgen
Reina del sol que nos cubre.

Vos Señora sois la escarcha
La perla que se sacuden,
Para que se rompan hierros
De depravadas costumbres,
Los patriarcas os alaben
Los profetas os anuncien
Los apóstoles os sirvan
Los mártires os encumbren.

También la evangelización fue una vía de penetración de las formas poético musicales traídas de España. Hubo diversos curas y misioneros que componían versos en décima y en cuarteta, para adoctrinar en la fe a esclavos e indios. Es más, gracias a estudiosos como Eugenio Pereira Salas(10), Julio Vicuña Cifuentes(11), José Toribio Medina(12) y Juan Uribe Echeverría(13), se conocen los nombres y apellidos de aquellos sacerdotes que componían cantos en lengua coloquial y sabían tañer una guitarra o un arpa. Incluido el mismísimo obispo Manuel de Alday y Aspee que, contradictoriamente, en algún momento llegaría a prohibir las comparsas y las cofradías de negros e indios.

Muy pronto, entrado ya el siglo XVII, estos versos de los soldados y curas comenzaron a ser interpretados por criollos y negros, naciendo así la tonada y la décima chilenas, el canto a lo divino y a lo humano; en síntesis, el romancero criollo chileno. Hacia 1605, un viejo manuscrito contiene interesantes anotaciones de versos populares en el Santiago colonial. Cantores y payadores habían comenzado a improvisar versos y otros a reproducir antiguos romances españoles, que permanecían en la memoria colectiva de los colonizadores.

La vida colonial en todo el territorio nacional, incluyendo por cierto a la región de Atacama, era adornada con diversos tipos de cantos. Se solía tocar la vihuela o el requinto al llegar el atardecer. También había canciones para cada acontecimiento familiar y social. Se entonaban canciones de bodas, rondas infantiles, canciones de velorio, etc. En Atacama, las familias más acomodadas tenían en sus salas un piano y varias guitarras para amenizar las tardes. Los mineros y cateadores siempre fueron buenos cantores, guitarreros y bailaban una cueca (minera) famosa por su desplante.

Se sabe asimismo, que los romances que narraban hechos históricos o leyendas hispanas, fueron muy populares al comienzo de la Colonia. Al pasar los años, decayeron en popularidad, pues el pueblo criollo desconocía los personajes y los parajes descritos en dichos versos. Fueron los temas novelescos los que echaron raíces en Chile.

Todos aquellos versos fueron cayendo en el olvido en el segmento culto de la sociedad chilena, al entrar el siglo XVII. Los soldados españoles, de guerreros, pasaron a ser encomenderos. Este hecho social divide los desarrollos de la música culta y de la popular. Sin embargo, el pueblo llano ya los había conservado en su memoria, llamándolos corridos o logas. De los romances españoles, una vez que salieron de los salones nobles y de los conventos, pasando a manos del criollo, surgieron la paya y el contrapunto. Estas expresiones se comenzaron a cantar dentro del segmento más popular de la población chilena (el criollo y el mestizo).

Un ejemplo de esto es La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga. Fue escrito en el siglo XVI, en plena incursión a territorio mapuche. Esta obra continuó inspirando romances y otros tipos de versos y cantos de corte popular, hasta el siglo XIX. La popularidad de esta obra escrita en Chile, está suficientemente documentada en uno de los libros del intelectual chileno, estudioso de la poesía popular chilena, José Toribio Medina (Los romances basados en La Araucana).

“Las gentes del campo aman la música y componen
versos a su modo, los cuales aunque rústicos e ignorantes, no
dejan de tener cierta gracia natural la cual deleita más que la
afectada elegancia de los poetas cultos. Son comunes los
improvisadores llamados en su lengua palladores. Así como
son estos muy buscados, así cuando conocen tener este talento,
no se aplican a otro oficio(14)” .

Un tipo de poesía popular durante el siglo XVII en España, era la poesía matonesca. Esta surgió en una época en que ya no quedaban héroes a quienes alabar. Los poetas populares, entonces, comenzaron a cantar acerca de bandidos, parodiando a los antiguos romances caballerescos. A Chile llegaron romances de este tipo, como por ejemplo, “Espinela”, “Bernardo del Montijo”, “Pedro Cadenas”, “María Santander”, “Luis Ortíz”, “Sebastiana del Castillo”. Estos fueron muy populares en nuestro país. Aún hoy en día surge de tarde en tarde algún cantor popular que recuerda estos antiguos versos. También influenciaron la creación criolla, con versiones propias de lo matonesco. Tal es el caso de romances chilenos como “El Huaso Perquenco”, “Lucas Barroso”, “Bartolillo” y “La Punta del Nabo”(15).

El siglo XVIII significa otro gran cambio en la sociedad chilena. Comienzan a surgir los primeros centros urbanos, separados de las haciendas. Y tal como en la sociedad, en la lírica también se comienza a distinguir entre la poesía urbana y la campesina. La primera tiene poetas populares y cantores de fondas y chinganas; la segunda conserva todos los estilos tradicionales más puros.

Como veremos más adelante, la intensa vida en las haciendas del siglo XVIII y las ramadas y chinganas del siglo XIX terminaron por dar forma a la mayoría de las manifestaciones populares, con un sello propio, distanciándose paulatinamente de sus orígenes, dando así curso a los diversos estilos musicales y poéticos chilenos. Incluso, cuando en la Península Ibérica el romance comenzó a decaer, tanto en Chile como en otras partes de Latinoamérica, siguió brillando con luces propias.

La forma estrófica que el chileno prefirió fue la cuarteta glosada en cuatro décimas, que termina con una despedida o cogollo. Se solían acompañar de vihuela, guitarrón o rabel, con una melodía que no variaba a lo largo de toda la décima. Para una poesía más picaresca y rápida, se prefirió la cuarteta simple y, en menor medida, la sexteta octosílaba.

Con este estilo se cantaban hechos acontecidos en el diario vivir, hechos extraordinarios, accidentes, etc. Es el caso del siguiente verso, extraído de un corrido muy popular hacia 1779. Este verso titulado “Visión de Petorca”, recopilado por José Toribio Medina, retrata un accidente dentro de un pique mina, en donde un grupo de afortunados mineros salvaron milagrosamente con vida.

Juntando bastante gente
A la mina descendieron.
Los miserables despojos
De la muerte conocieron
Que sin herida ninguna
Los siete estaban ilesos.

NOTAS
(1) Rodolfo Lenz. Citado por Uribe Echeverría, Juan: 1974; p. 27.

(2) Medina, José T., Los romances basados en ‘La Araucana’. Santiago, Chile. Imprenta Elzeviriana, 1918; p. VIII.

(3) Ibid. , Ibídem.

(4) Menéndez, P., Ramón. Los romances de América y otros estudios. Buenos Aires. Espasa Calpe, 1939; p. 20.

(5) Uribe E., Juan. 1974, p. 5.

(6) Palma, Ricardo. Flor de academias y diente del paraíso. Prólogo.

(7) Medina, José T. Op. Cit., p. XVIII.

(8) Góngora y Marmolejo, Alonso de. Historia de Chile. Stgo. , Editorial Universitaria, 1969.
(9) Núñez de Pineda y B., Francisco. El Cautiverio Feliz. Stgo. , Editorial Zig-Zag, 1948.

(10) Pereira S., Eugenio. Los orígenes del arte musical en Chile. Stgo. , Imprenta Universitaria, 1941.

(11) Vicuña C., Julio. Romances populares y vulgares recogidos de la tradición oral chilena. Stgo. , 1912.
(12) Medina, José T. Op. Cit., 1974.
(13) Uribe, E., Juan. Op. Cit., 1974.

(14) Molina, Ignacio. Compendio de la historia natural de Chile. Bolonia, 1771.

(15) El autor conoció en Copiapó al cantor popular Pablo Tamblay, descendiente de diaguitas, que tenía en su repertorio estos y otros romances que datan de tiempos coloniales.



2 comentarios:

LENGUARACES dijo...

Buenas!.. mi nombre es Carol Zapata, soy una ex-alumna del profesor Julio Rojas, una nueva alumna del "DON" en las experiencias y también de la vida propia. Por ahora lamento lo informal y rápido del comentario, ya que me da pena por el esfuerzo que he visto para desarrollar las ideas y poder plasmarlas en un papel para darlas a conocer al común de las personas, mis sinceras felicitaciones por su trabajo, que continúe... y mas adelante seguiré acercándome a este proyecto...

Quiénes Somos? ... ¡vaya pregunta! me gustaría saber quienes somos y no quienes deberíamos ser...

PD_ Copiapó.

LENGUARACES dijo...

Buenas!.. mi nombre es Carol Zapata, soy una ex-alumna del profesor Julio Rojas, una nueva alumna del "DON" en las experiencias y también de la vida propia. Por ahora lamento lo informal y rápido del comentario, ya que me da pena por el esfuerzo que he visto para desarrollar las ideas y poder plasmarlas en un papel para darlas a conocer al común de las personas, mis sinceras felicitaciones por su trabajo, que continúe... y mas adelante seguiré acercándome a este proyecto...

Quiénes Somos? ... ¡vaya pregunta! me gustaría saber quienes somos y no quienes deberíamos ser...

PD_ Copiapó.